jueves, 23 de julio de 2015

Mi hijo pequeño se desviste en público. ¿Qué hago?

Resultado de imagen para nino que no se quiere vestir
                                      Foto obtenida de: http://www.crecerfeliz.es/Ninos/Desarrollo-y-aprendizaje/Ayudale-a-decidir-que-ropa-quiere-ponerse

Por: Mtra. Sofia González de la Parra González
Es común que  tengamos  fotos de nuestros hijos pequeños  sin ropa.  A edades tempranas resulta natural e, incluso, gracioso pero ¿qué pasa cuando se vuelve una conducta incómoda para los padres?
En general, es normal que durante los primeros años de vida los niños comiencen a explorar su cuerpo y que, en ocasiones, se desvistan. Es importante comprender que a temprana edad, los niños no cuentan con las normas sociales integradas pues será tarea de los padres empezar a enseñar a los pequeños a introyectar todo este tipo de lineamientos.
Por esto es importante establecer con el niño la diferencia de lo que son las conductas privadas y públicas, así como buscar formas de identificación con los adultos. Por ejemplo, los padres pueden hacerle ver  que las personas van vestidas en la calle y que es en casa, en la privacidad de su cuarto o en el baño donde es adecuado quitarse la ropa.
El psicoanalista Erick Erickson explica  que entre el primer y segundo año de vida los niños comienzan a controlar su mundo,  a poner a prueba sus ideas y a tomar sus propias decisiones, esto se manifiesta en su constante negativismo. Por eso también esta etapa se caracteriza por la etapa del “no”.
Conductas como el quitarse la ropa pueden ser parte de la búsqueda del niño en aras de ejercer su autonomía, por lo que es importante que los niños no vean enojados a sus padres  por este tipo de motivos y no se les castigue o reprima de manera violenta.
No olvidemos que a esta edad todo en su vida lo perciben como “una orden” por eso vendría bien dejarle ser autónomo en ciertas cosas que no angustien a los padres. Por ejemplo,  darle dos opciones de vestuario y que el niño pueda elegir entre ellas, para que, de esta manera, sienta que  decide y no lo sienta como imposición; así, no recurrirá a conductas negativas como el desvestirse en público.


miércoles, 1 de abril de 2015

¿Por qué nos identificamos con los superhéroes?



Por Psic. Alejandro Silva Antúnez:

A lo largo de la historia, los humanos hemos creado relatos y personajes con los cuales nos identificamos, desde los mitos griegos y sus dioses, hasta los cuentos de hadas; más recientemente vemos el mismo fenómeno con las historietas que describen las hazañas de diversos superhéroes, personajes que se han popularizado aún más al ser llevados a la pantalla grande a través de espectaculares producciones cinematográficas.

Estos héroes son atrayentes para la mayoría de las personas, pues tienen fantásticas cualidades que los hacen únicos, algunos tienen súper poderes que los hacen fuertes, ágiles o les dan características sobre humanas. Otros desarrollan su potencial humano a través de aditamentos o equipos especiales que a final de cuentas los hacen prácticamente invencibles; pero además de su fuerza y capacidad extraordinaria ¿qué hace que nos enganchemos tanto con estos personajes y sus historias?

Como mencionamos, la fuerza, el poder y las virtudes que muchos de estos héroes poseen, los hacen personajes atractivos y a quienes quisiéramos parecernos, pero estas mismas características fantásticas los alejan mucho de nuestras posibilidades reales de parecernos a ellos; así que no es suficiente para explicar su encanto. De hecho, la naturaleza irreal de estos personajes y sus poderes hace evidente que las historias no están interesadas en brindar información útil acerca del mundo externo, o presentar moralejas que nos indiquen cómo comportarnos, sino que el interés está en los procesos internos (psicológicos y emocionales), que tienen lugar en un individuo.

En sus historias, estos procesos internos son externalizados y representados por distintos personajes y sus acciones, es decir que al mismo tiempo que enfrentan externamente a sus enemigos, los superhéroes son dominados por un conflicto interior en particular que intentan resolver. Los impulsos, los miedos, la culpa y demás emociones y conflictos personales de los superhéroes son compartidas con cada uno de nosotros, haciéndolos en verdad personajes muy cercanos a nuestra realidad interna.

Por ejemplo, Bruce Wayne presenta una fachada externa de playboy multimillonario y aparentemente muy seguro de sí mismo. Sin embargo, su oscuro personaje interior, Batman, está atormentado por el miedo a los murciélagos (a partir de su caída a un pozo con estos animales) y por la sensación de desamparo y soledad repetida e incrementada tras el asesinato de sus padres.

Batman nos remite a nuestros propios miedos, dramatizado en su historia. Nos presenta una realidad interna común a todos, por ejemplo el miedo a quedar solos y ser abandonados como él lo estuvo en el pozo y también tras la muerte de sus padres. Se identifican particularmente con él personas que aparentan equilibrio, fuerza e independencia, pero que esconden un interior lastimado, con miedo y una dependencia por otros, como Bruce depende de Alfred para que lo cuide.

Otro personaje muy popular actualmente es Spiderman, un superhéroe que adquiere sus poderes  al fusionar genéticamente las habilidades de una araña. Aun así, el chico tras la máscara de araña es bastante tímido, inseguro y poco hábil socialmente. Es un buen chico, inteligente e íntegro, muy cumplido y responsable, pero que no cree tener la capacidad de sobresalir. Cuando finalmente un día se rebela, se enoja y hace lo que quiere, siente ser el culpable por el asesinato de su tío Ben.


La lucha interna del superhéroe con la que nos identificamos es precisamente la culpa, por ejemplo personas con una dificultad para equilibrar responsabilidades con placer. Hay quienes se dedican sólo a los deberes, se pierden de la diversión y se enojan; en cambio si se dedican a los placeres, se sienten culpables. Quizá personas que se someten o se enojan ante las obligaciones encuentran imágenes e historias fantásticas con Spiderman, que ponen de manifiesto su sentir interno.

Finalmente Hulk es un excelente ejemplo de lo que pasa cuando nos enojamos y perdemos el control de nuestros impulsos. En su historia, el pretexto para el conflicto interno es un fallido experimento científico, pero lo fundamental de él con lo que nos identificamos es la agresión inherente de los humanos.


Como muchos, Hulk lucha permanentemente contra su impulso agresivo, cuando es humano es tranquilo y calmado, pero cuando su enojo rebasa cierto límite, se vuelve literalmente en un monstruo verde que pierde la consciencia de sus actos y destruye todo lo que se encentra a su alrededor, cuando regresa a ser humano queda vulnerable y desnudo, arrepentido en muchas ocasiones de la destrucción que provocó ¿cuántas personas así conocemos?  En realidad su conflicto radica en usar el enojo y la agresión con fines constructivos. Entre nosotros, los deportes y otro tipo de competencias nos ayudan a este fin.

En realidad los superhéroes representan de manera fantástica los conflictos y emociones que todos tenemos, la búsqueda de identidad que vemos en ellos, es similar a la que todos vivimos conforme buscamos dar sentido a nuestras vidas. Si sólo nos quedamos esperando desarrollar los poderes sobrehumanos de nuestro superhéroe favorito para afrontar y resolver nuestros conflictos, difícilmente podremos hacernos cargo de nosotros y cambiar nuestra realidad. 

Más allá de lo fantástico de las historias, el mensaje que estos personajes transmiten es que la lucha contra las dificultades de la vida es parte natural de la existencia humana; aquello que los hace superhéroes no son sus poderes, sino el carácter y la confianza para afrontar las luchas que a cada uno le toquen. Lo conmovedor de estas historietas es que brindan la esperanza de que uno será capaz de salir adelante pese a los conflictos internos de cada quien.

sábado, 14 de marzo de 2015

Cuando mamá no está...


Por: Psic. Monserrat López Lugo


Octavio Paz, escritor y ensayista mexicano ganador del premio Nobel de Literatura, subrayaba la importancia que el mexicano le da a la figura materna. Mucho tiene que ver con los aztecas que adoraban a la Diosa Tonantzín ("madre venerada" en náhuatl) hasta la época Colonial cuando aparece la Virgen de Guadalupe, nombrada por la religión católica como la "madre de los mexicanos".

Paz ejemplificaba que lo podemos ver incluso, en los populares insultos que la mayoría de las veces, van dirigidos hacia la madre de la persona a la que buscamos ofender, pero que insultarte es insultar a quien más cariño le tienes. Después de todo, la primera persona con la que convives desde tu nacimiento, es con tu madre. Normalmente, es la principal encargada de alimentar, cuidar y reconfortar al bebé, incluso, desde el embarazo. Ya más adelante, se involucran más el papá, los hermanos u otros familiares.

Sin embargo, no todos pueden decir que tienen o tuvieron una madre presente, y las causas de esto pueden ser múltiples. La más común suele ser a causa de fallecimiento, lo cual pudo haber sucedido de varias formas, por ejemplo, durante el parto o en edades más maduras. En el primer caso, se ha observado que suelen presentarse sentimientos de culpa, conscientes o inconscientes en el hijo que sí sobrevivió y la madre no. Muchos, incluso, llegan a creer que si no hubieran nacido, eso jamás habría ocurrido.

En el caso de los que ya son mayores, depende mucho de la edad. Entre más pequeño es uno, más dependiente de la mamá es pero, al mismo tiempo, guarda menos recuerdos. Eso hace más difícil sentir que alguna vez tuvo una mamá. Otros casos dependen de la causa de la muerte, hay quienes sufrieron esta situación de forma inesperada o fue debido a una enfermedad prolongada que les dio la oportunidad de despedirse, pero no se vieron capaces de cuidar y salvar a su madre de la muerte. Por tanto, depende de muchos factores; desde la edad, el motivo en sí y las condiciones hasta los recuerdos, y en este sentido, no todos los casos van a ser iguales.

Del mismo modo, existen aquellas familias cuya madre aún vive, pero no estuvo presente. Se trata de casos de abandono de hogar, por ejemplo. Son varias las amas de casa que no se sienten satisfechas en su rol como madres y emprenden una huida de sus responsabilidades. Muchas de ellas porque fueron madres antes de estar preparadas para serlo. Aún así, no todas abandonan sus obligaciones.

Otro ejemplo podría ser un divorcio. Aunque la mayoría de las veces la custodia queda a cargo de la madre, hay ocasiones que se decide que sea el padre u otro familiar el que tome el cuidado de los hijos. Esto no significa que la madre esté ausente  porque sólo los ve los fines de semana o en vacaciones, es decir, eso no es un descuido, pero existen algunos casos en donde sí surge un distanciamiento y dejan de estar a sus hijos durante, incluso, años. Puede ser que, por ejemplo, ella ahora tenga una nueva vida o familia.

Otra causa es que ella esté lejos, pero no por decisión propia sino por otras causas, como que esté en la cárcel o en otro país por problemas legales como migración. Hay que aclarar que esto no necesariamente significa que la madre esté ausente, hay veces que aún con la distancia las mamás mantienen el contacto con sus hijos vía correo, teléfono, visitas, etc. Más bien, depende de qué tan frecuente y con cuanta calidad se da este contacto con los hijos, y qué tan presente siente el hijo o hija que está su madre aunque no sea físicamente.

Existen madres que están ausentes por exceso de carga de trabajo. Es una realidad en nuestro país que para muchas familias es imposible sostener un hogar sin que la madre trabaje, pero hay veces que una adicción al trabajo o un deseo por salir más que estar en casa, genera que no se conviva, ni siquiera, unos minutos al día con los hijos. Ambos se convierten en desconocidos porque no comparten nada entre ellos. La mayoría de las veces, terminan sintiendo rencor hacia ella por culpa de su descuido.

A diferencia de todos los ejemplos anteriores, en algunas patologías vemos madres que sí están ahí presentes físicamente, pero no tienen ningún tipo de acercamiento con sus hijos. Viven en la misma casa, pero jamás se dirigen la palabra y ninguno parece preocupado por el otro. Son madres permisivas que no parecen preocuparse, viven completamente ausentes y aisladas.

Claro que hasta ahora hemos hablado de madres biológicas; es decir, genéticamente las que dieron a luz a los hijos. Sin embargo, son muchos los que sí crecieron con una figura materna aunque su madre biológica estuviera ausente. Es decir, que alguien más asumió los cuidados y cariños propios del rol de una madre. Puede haber sido una madre sustituta como una madre adoptiva, una madrastra, una abuela, alguna tía, hermana mayor o, incluso, alguien que estaba fuera de la familia. 

Aunque tampoco es necesario que se trate de una mujer, ya que un padre puede asumir ambos roles, y ser padre y madre a la vez, sin contar con una figura femenina presente. Lo mismo en el caso de los abuelos, tíos, hermanos, etc. Es verdad que es complicado, en especial con las niñas, tomar un rol materno y enseñarles a ser mujer si uno no lo es, pero no es algo imposible de lograr.

La mejor recomendación en el caso de que sientas que hayas tenido una madre ausente, es platicarlo con algún psicólogo que te puede guiar y ayudar a resolver cualquier conflicto o trauma que eso te esté generando. Por otra parte, si tú eres una madre y temes no estar presente en la vida de tus hijos, es importante que reflexiones si se trata de un distanciamiento emocional o físico. Si es así, intenta convivir y conocer más a tus hijos, y busca la ayuda de un profesional que resuelva tus dudas y te acerque de la mejor manera a ellos.

Recuerda que una madre presente es de gran ayuda y va ligado a la confianza, cuidado, autoestima y amor.

martes, 3 de febrero de 2015

¿Por qué acudir a tratamiento psicológico?


Por: Psic. Leticia García

Es muy común que una de las circunstancias que llevan a cualquier persona a pedir cita con un doctor es una molestia. En la mayoría de los casos, la cita se pide cuando la molestia ya es prácticamente insufrible o bien ésta, ha entorpecido otras áreas o habilidades del individuo, llevándolo a interrumpir actividades sociales o laborales. Cuando hablamos de una afección física que es el ejemplo que mejor se equipara con lo que  se vive en cualquier consultorio,  encontramos que por lo general se llega  con la expectativa de sentir un alivio inmediato ante el malestar que se ha venido sufriendo por días, meses y en ocasiones por años.

En la práctica psicoanalítica el motivo de consulta no es muy diferente. Cuando las personas llaman, se debe por lo general  a que el sufrimiento psíquico se ha vuelto  insostenible. Este sufrimiento es en su mayoría causado por pérdidas constantes de personas queridas, problemas en el trabajo, presencia de relaciones conflictivas, carencias de cualquier tipo o sensaciones abrumadoras como estrés, tristeza, apatía, miedo, etc.

Es importante tener en cuenta que en todo proceso de cura o alivio, incluso en  el campo de la medicina, se lleva un periodo de tiempo. En el campo médico, es mas fácil hablar de tiempos preestablecidos pues, al usar medicamentos que tienen un ciclo específico de acción se puede tener una expectativa temporal mas certera, aun así, no en todos los casos es igual. Sin embargo, al hablar de un proceso analítico, que implica el trabajo con y en relación a la mente humana, existen diversas condiciones que propiciaran o entorpecerán el avance del tratamiento. Una da las condicionantes para que un tratamiento funcione es el compromiso de la persona, asistir a sus consultas de manera regular dando prioridad a su cura o alivio.

Por otro lado, nos encontramos con las herramientas con las que la persona cuenta al iniciar el tratamiento: si se ha dejado pasar mucho tiempo antes de atenderse, seguramente existirán mas de un par de temas urgentes  del día a día de los que tengamos que encargarnos antes de iniciar profundizar mas.

Pero ¿por qué esperar hasta que el malestar resulta insoportable? Podrían existir varias respuestas, no obstante, resalto las 3 ideas principales o con las que  me he encontrado dentro y fuera del consultorio, es decir, prejuicios que promueven postergar acudir a un tratamiento.

La primera y tal vez mas común, es el desconocimiento de la importancia de una prevención adecuada de la salud mental.  Aun cuando la vida resulta entorpecida de manera inminente en nuestro día a día debido a una tristeza extrema, insomnio, inseguridad o alguna problemática de corte psicológico, se sigue pensando que la salud mental poco o nada tiene que ver con el rendimiento práctico de las personas. Esta creencia no puede ser mas errónea.

¿Cuantas veces no hemos escuchado cosas como: "Pero ¿a poco estaba tan mal que hasta fue a terapia?" Volviendo al ejemplo de la salud física, es otros países se acostumbra realizarse un chequeo médico anual como parte de una buena prevención, evitando acudir al médico hasta sentirnos mal o enfermos. Un espacio terapéutico no solamente es para gente que ya no puede mas, es un espacio de escucha y auto conocimiento. Entre mas tiempo deje pasar la persona, para atenderse, mas difícil le será prevenir alguna situación grave o complicada en su vida. Cuando hablamos de salud mental resulta también importante acudir a tratamiento psicológico mucho antes de sentir un malestar insoportable o paralizante. Cuando existe una situación repetitiva de crisis personal, o de pareja por ejemplo o bien, antes de perder algo o a alguien importante para nosotros.

“Se debe acudir a terapia solamente cuando ya no pudimos solos”
Existe la idea a nivel popular, de que no poder solos, significa un fracaso rotundo o un reflejo de debilidad, cuando significa exactamente  todo lo contrario. El no pedir ayuda es por lo general, un gran terror a abrir temas en los cuales hay pasajes de nuestra vida o sentimientos olvidados que generan confusión, dolor, tristeza o desesperación aprendida por generaciones.

A veces, la resistencia a acudir a tratamiento psicológico, es mucho mas el miedo que yace debajo, el temor de salir de una zona conocida en donde, aun cuando la persona se haya acostumbrado y le resulte aparentemente  cómoda, no le represente desarrollo alguno a nivel personal. La idea de que quien pide ayuda es débil es totalmente falsa pues pedir ayuda implica cambiar y moverse. Es justamente el movimiento lo que duele, por ende si lo vemos de manera mas objetiva, quien pide ayuda es valiente al saber que se enfrenta al movimiento, a lidiar con cosas difíciles, que es lo que se hace en un proceso de desarrollo personal o terapéutico. Al rehabilitar areas psíquicas que habían estado adormecidas por lo poco que habían sido utilizadas o lastimadas, suelen despertarse también viejos sueños, ideales, que pueden cuestionar relaciones con personas que hoy en dia creemos indispensables pero también reencontrarnos con quienes somos y por ende con nuestra tranquilidad. 

Es por eso que, una vez iniciado el tratamiento, no hay que desesperarse. El espacio terapéutico es entre otras cosas un espacio de escucha en donde la persona podrá entenderse de forma diferente y ver no solo problemas para poder resolverlos, sino también áreas muy positivas y agradables que tal vez estén pasando desapercibidas en medio de tanta confusión, angustia o apatía. 

Imágen tomada de: http://depsicologia.com/miedo-al-miedo/sintomas-de-ataques-de-panico/#content_attach

jueves, 10 de julio de 2014

Niños independientes y autónomos


Por: Psic. Monserrat López Lugo T.
Artículo publicado en el sitio Tu bebé y Tú

Múltiples libros e investigaciones señalan que los padres deben estar siempre al pendiente de sus hijos para que se desarrollen con confianza y autoestima. Otros mencionan que, por el contrario, el abuso de cercanía puede generar dependencia y aislamiento social. Pero ¿Hasta qué punto  es mucho  o poco?

Una importante psicoanalista que habla acerca de los primeros vínculos entre la madre y el bebé es Margaret Mahler. Ella señaló que al inicio, el bebé piensa que su mamá y él son una misma persona. El recién nacido despierta y cuando tiene hambre, llora para que le den de comer. Aún no tiene los suficientes conocimientos para saber quién lo está alimentando pero, poco más tarde, se va dando cuenta de la presencia de sus padres, aunque aún no tiene una perspectiva completa. Es decir, al principio, el bebé piensa que ellos están completamente para él y que sin ambos no podrá sobrevivir.  


De ahí la importancia de que la mamá sepa identificar cuándo un bebé tiene hambre y cuándo no, lo mismo cuando está sucio o tiene sueño. Aunque es imposible acertar en todas las ocasiones, la relación constante con el bebé facilita que puedan identificar qué necesita y cuándo. A veces nos parece incluso “mágico” cómo ciertas madres con el solo hecho de oír a su bebé llorar, ya saben qué es lo que les están pidiendo. Pero esto no es mágico, en realidad, es algo que se va adquiriendo conforme se va haciendo un lazo afectivo con el bebé.

Cuando tus hijos son muy pequeños y perciben que su mamá se fue detrás de una pared, es común que comiencen a llorar. Para ellos desapareció completamente de la faz de la tierra. Lo saludable será que sepa identificar que no necesita que esté físicamente presente con él para sentirse seguro y confiado.


Hasta cierto punto, es bueno que el niño extrañe a su mamá; pero no debemos pasar por alto el hecho de que a un niño no le importe quedarse solo. Se puede confundir con que es un niño maduro que no necesita a su mamá las 24hrs del día pero, en realidad, demuestra, más bien, que no está lo suficientemente vinculado con ella. Después de todo, es un niño, no un pequeño adulto; y el patrón común es que deseen que esté ahí para mirarlos y cuidarlos, sin ser demasiado “sofocante”. Muchas veces de ahí vienen los berrinches de no querer que mamá se vaya, y tampoco soportan estar con personas extrañas. 

Cuando son bebés muestran curiosidad hacia las nuevas personas y cuando son niños comienzan a esconderse o les cuesta trabajo estar con extraños. Esta es una fase bastante común que, no obstante, el niño debe superar según vaya creciendo, ya que si no, se convertirá en un niño muy mimado que siempre quiere estar con mamá.

Por otro lado, algo interesante ocurre durante su desarrollo, cuando los niños se vuelven afectos a un juguete en especial, como un peluche o una cobija. Parece que no pueden salir de casa sin ellos, los cargan a todas partes durante el día y la noche. Esta es una etapa muy común, y significa que el niño, por fin, está pudiendo confiar en otros objetos aparte de su mamá o su papá, aunque sean objetos inanimados (recordemos que en su imaginación suelen darles vida). Es así que se siente seguro de que aunque no esté en ese momento su mamá con él, su juguete favorito le hace compañía mientras ella regresa. Más tarde el niño sabrá que su mamá va volver sin la necesidad del juguete.

Meses más tarde, vendrá la separación, una fase sumamente importante y es cuando  el bebé ya no depende completamente de su mamá. Puede sonar muy drástica la palabra “separación” pero es muy saludable y no tan definitiva. Sucede cuando ya puede alcanzar cosas estirando su propio cuerpo o mira hacia donde desee con sólo girar su cuello. Comienzan a gatear pero cuando se cansan buscan de nuevo a su mamá. Lo mismo cuando ya caminan. Se alejan de ella pero de nuevo buscan con el rostro que siga ahí atrás. 

Ésta es una fase muy importante porque, conforme los papás lo vayan dejando explorar, hará que se convierta en  una persona más abierta a la hora experimentar en la vida. Al mismo tiempo, si sus papás continúan ahí cuando quiera regresar, tendrá la confianza de que no lo abandonaran. Por eso es vital que se les permita caminar solos, salir a correr al parque y jugar con otros niños, vigilándolo desde lejos, y ayudándolo, únicamente, cuando él acuda a los papás. Ya no deben anteponerse todo el tiempo a lo que él necesita, a menos que sea indispensable. A futuro, esto generará que sea un adulto independiente y seguro, pues no temerá enfrentar nuevas situaciones él sólo, al igual que  se sentirá acompañado.

Tal vez es complicado que uno identifique cuándo su hijo ha permanecido demasiado tiempo en una etapa o aún no llega a otra. Es recomendable que consultes todas tus dudas con un profesional en el desarrollo de los niños o un psicólogo que te pueda auxiliar.

viernes, 14 de febrero de 2014

¿Miedo al Amor?


Por: Psic. Alejandro Silva

Puede llamarse "miedo al amor" al sentimiento de rechazo que se tiene hacia la idea y al establecimiento de relaciones de pareja que involucren emociones profundas. Aunque el miedo al amor puede abarcar el rechazo a cualquier tipo de relación profunda, ya sea con amistades o incluso con la familia, el término suele emplearse para referirse a las relaciones de pareja.

Puede parecer difícil de creer que alguien tenga miedo a una emoción tan valorada como es el amor; sin embargo, hay que precisar que a lo que, verdaderamente, temen las personas al involucrarse en una relación amorosa es al surgimiento de emociones y sentimientos intensos que no son fáciles de manejar.

Conforme vamos profundizando nuestras relaciones de pareja, surgen grandes expectativas sobre la otra persona y la relación en sí; se ponen en juego muchos de nuestros temores, de nuestros deseos de ser aceptados y queridos, entre otros.  Y no sólo nosotros nos sentimos así, también en la otra persona comienzan a intensificarse estos sentimientos. Conforme aumenta la cercanía y la confianza, comienzan a surgir expectativas de nuestra pareja hacia nosotros mismos relacionadas con muchos de sus  temores, deseos de aceptación y cariño, etc.

Esta combinación de emociones recíprocas, pueden generar una situación muy intensa emocionalmente que, al mismo tiempo, puede combinarse con una serie de factores que la hacen aún más difícil de manejar e, incluso, tolerar como, por ejemplo:

  • Experiencias dolorosas. Cuando alguien ha tenido una o varias experiencias amorosas dolorosas en el pasado, los sentimientos que quedan tras ellas continúan apareciendo como fantasmas en nuestras nuevas relaciones, haciendo que debamos enfrentar un doble reto: el de resolver los residuos pendientes de nuestro pasado y el afrontar las dificultades de nuestras relaciones actuales o futuras. En estos casos, primero hay que resolver y cerrar los conflictos pasados para liberarnos de ellos y poder involucrarnos nuevamente con alguien.
  • Inseguridad y necesidad de aceptación. Aunque puede resultar paradójico, muchas veces las personas que suelen negarse más rotundamente a establecer relaciones afectivas, son aquellas que más necesidad tienen de ser aceptadas. Esto sucede cuando su necesidad de aceptación y cariño se conjuga con inseguridad respecto a su persona; el resultado es un gran miedo a "abrirse" ante los demás por la certeza interna (a causa de la inseguridad) de que serán rechazados. Como estas personas piensan y sienten que serán rechazados, deciden no tomar "riesgos" y  evitan relacionarse con otros. Suelen ser susceptibles a la crítica y si no resuelven su conflicto de desconfianza e inseguridad, generalmente terminan estando solas o aceptando relacionarse con parejas que no les satisfacen del todo y en relaciones no siempre sanas con tal de sentirse aceptados.
  • Miedo a sí mismos. En muchas ocasiones la principal resistencia a involucrarse en una relación amorosa proviene del temor a los sentimientos y características personales que surgen al estar con alguien. Emociones como los celos, la sensación de dependencia, la necesidad de control, etc., suelen adquirir mayor intensidad cuando nos vinculamos con una persona. Si no nos sentimos capaces de tolerarlos y resolverlos, estos sentimientos se convierten en problemas. También en estos casos, el miedo al amor es la consecuencia del temor a emociones que aparecen colateralmente en las relaciones. Estos sentimientos (celos, dependencia, etc.), son los que evitamos sentir en nuestro interior, y si nuestro rechazo hacia éstos es demasiado profundo, muchas veces evitamos ponernos en situaciones que los puedan desencadena.

Lo importante es comprender que los sentimientos que tenemos al involucrarnos con una persona nos pertenecen a nosotros, y en la medida en que los reconozcamos como propios, podremos entenderlos y controlarlos. Si somos inseguros, enojones, celosos o dependientes, lo seremos con o sin pareja.

La presencia de estos sentimientos dentro de nosotros no son culpa de nuestra pareja sino de conflictos personales que cada quien debe atender y resolver. Y en caso de que sí sean provocados por nuestras relaciones o parejas, entonces debemos preguntarnos si queremos mantener esa relación o si podemos hacer algo para resolverlos.

Asimismo, es sabido que aquellas personas que son más importantes y significativas para nosotros, son también aquellas que más podrían lastimarnos con alguna palabra o actitud específica; no obstante, evitar tener personas y relaciones significativas por evitar salir lastimados también nos quita la oportunidad de amar y ser amados, de disfrutar la cercanía y confianza con alguien que queremos y la ocasión de despertar en nosotros mismos las emociones más ricas y bondadosas que tenemos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El adulto mayor frente a la muerte


Por: Psic. Sofía González 

A lo largo de la vida se nos presentan ciertos desafíos en los cuales existe o existió un conflicto que debemos superar. Estos desafíos siempre formarán parte de nuestro desarrollo.


Heráclito decía: “Morir de vida, vivir de muerte. Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son reemplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de nuestra descomposición para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más.”  


Desde el punto de vista biológico nuestras células se encuentran envejeciendo desde el mismo momento en que son producidas, por esta razón durante muchos años los científicos han tratado de explicar los secretos del envejecimiento. 


En el plano psicológico, se trata de un duelo donde el verse al espejo y descubrirse viejo puede desencadenar una crisis, la cual conduce, por medio del duelo, a la aceptación del hecho.  


El sujeto que ya ha entrado a la vejez no sólo se enfrenta a un duelo por su imagen corporal, sino que ha asistido y asiste a numerosas pérdidas como, por ejemplo la de sus padres; por lo tanto su lugar como hijo, el rol de trabajador, pérdida de la pareja o de algunos de sus amigos, es entonces cuando comienza a tomar forma el miedo a su propia muerte.


Este miedo apabullante no se puede generalizar a todos los que cruzan por esta etapa, aunque existe un temor generalizado al hablar de la muerte, sabemos que hay personas que pueden vivir con mayor plenitud en la etapa de la vejez, entonces ¿de qué depende? 


Muchos psicólogos concuerdan en que la actitud frente a la muerte está relacionada con el descubrimiento del significado y propósitos de la vida. Erickson nos explica la importancia de la integridad de nuestro ser en esta última etapa. Esto quiere decir,  ser capaces de mirar atrás, de aceptar las decisiones tomadas, hayan sido buenas o malas; el poder repasar y aceptar la vida tal cual la vivió uno. De esta manera, en esta consolidación final, la muerte pierde carácter atormentador. 


De lo contrario, la falta o la pérdida de esta integración se expresa en el temor a la muerte, acompañado de la desesperación, en el sentimiento de que ahora el tiempo que queda es corto, tan corto que ya es imposible intentar el probar caminos alternativos hacia la integridad. 


El psicoanalista Erik Erikson explica lo anterior  en las ocho edades del hombre que van desde el primer logro social del niño que es permitir que la madre se aleje de su lado, hasta la última etapa, que es la edad adulta avanzada, en la cual aquel que ha pasado por triunfos y desilusiones inherentes al ser, quien ha sido generador de otros seres humanos y dado vida a otras ideas, gradualmente va integrando y madurando las etapas de su ciclo. Sin embargo, no es posible repasar esta última etapa sin tocar el tema del miedo a la muerte.


Como dice la frase, “de lo único que todos los seres humanos estamos seguros es de la muerte”. Aquella idea de la muerte que tal vez comenzó como un ruido de fondo mientras vamos madurando, en la etapa de la vejez, al enfrentar la declinación física, este ruido de fondo puede convertirse en un miedo apabullante.


Tal vez para muchas personas el iniciar un proceso psicoanalítico en esta etapa resulte  una idea disparatada pues muchos dirán: “¿para qué si ya estoy más para allá que para acá?”


Lo cierto es que nunca es tarde para buscar y construir nuestro bienestar físico y en este caso en particular, nuestra integridad. El poder apoyarse en una terapia con orientación psicoanalítica es una oportunidad de reacomodar, tomar consciencia y saldar cuentas del pasado. Es atreverse a mirar dentro de sí y de preguntarse ¿cómo fue que hice esto sin querer o sin darme cuenta?, ¿qué puedo hacer para remediarlo? Es tomar el pasado en nuestro beneficio para iniciar el reaprendizaje para buscar alternativas de vida y posibilidades de cambio; es desear seguir viviendo.

Y sí, todos sabemos que algún día moriremos. Pero mientras estamos aquí podemos dejar pasivamente que la vida se nos escape o podemos activamente escoger y crear la clase de vida que queremos, pues nuestro tiempo es invaluable, precisamente porque es limitado.